jueves, 27 de octubre de 2011

Construir espacialidad ….


Para intervenir el autismo hemos de diseñar un abordaje que no se corresponda con el dominio del lenguaje en el campo de la significación.
La insistencia  de la palabra que significa y explica, refuerza lo automático y maquinal, inherente al funcionamiento automático de lo simbólico, despojándolo de cualquier rasgo singular de la imagen de lo vivo. Es preferible un uso de la palabra que se oriente en la dimensión de la espacialidad, cuyo valor no resida en lo semiótico, sino en el indicar, en el señalar. Un “señalar” que oficia como un  “referir a “, que localiza una referencia.

Estos niños tienen un lenguaje puro, que se desencadena automáticamente o bien permanecen mudos. Si hablan utilizan palabras descarnadas de subjetividad, sin dirigirse a los otros. Las palabras no se articular a la significación. Están fuera de discurso.
Del mismo modo la mirada vacía de estos niños converge hacia puntos de condensación de la luz y la necesidad de disponer de un objeto o elemento que medie entre la concentración de la luz y la mirada del niño.

La permanencia en un punto fijo o su anverso, los desplazamientos interrumpidos sin orientación y los fenómenos de parálisis o de huída, denotan la falta de constitución de la espacialidad. Obstaculizar la univocidad de ese goce sin lazo, interferir en la multiplicación de los reflejos luminosos, introducir puntos de interrupción que generan oposición, son formas de operar para espacializar.

Los sonidos son una materia sin forma, y que su repetición idéntica es un tratamiento que anula el modo temporal. Para que lo fónico hablado u oído, deje de funcionar como una envoltura que cubre el espacio, será necesario construir un trayecto con un destinatario. Siguiendo esto destaco la importancia  que adquieren en estos niños, la sonoridad o las vibraciones, como la peculiaridad de la superficie sobre las que repercuten o tocan.
Es en el continuo del rebote, de la reproducción desde en sí y sobre sí, que una mínima variación temporal o espacial, produce una pérdida de lo reflejo y por lo tanto un registro del movimiento inherente a la vibración. El maestro interviene reproduciendo ese sonido con cierta disparidad, Se hace oír lo mismo en otro lado, por lo tanto no es idéntico. Si hay otro punto en el espacio sonoro, hay una direccionalidad de la voz. Hay un ir hacia un punto y su vuelta. El maestro como punto de exterioridad que construye una espacialidad.

Maríagomez

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